Hace meses que no tocaba mi querido diario: el espacio donde emití opiniones acerca de la industria en sistemas y todo lo que podría entenderse como un desarrollador descubriendo y reinventando nuevos mundos.
Para poder escribir de vuelta, necesitaba replantearlo todo: cuestionar si lo que estaba haciendo era lo que quería. No me malinterpreten: me encanta desarrollar. Pero cuando tu código pasa de mano en mano y se vuelve un recurso monetizable dentro de los requerimientos de un cliente, empezás a darte cuenta de que no eras el dueño de todo eso.
Y saber que algo es “prestado” y que no te pertenece, te genera una desconexión con el producto en si; y por supuesto, la pasión que conlleva hacerlo. Esto, sumado a que los tiempos pueden no ser los mejores (deadlines) y vas a generar deuda técnica, se vuelve un infierno.
Hoy dejé un poco de lado desarrollo y estoy trabajando en el liderazgo y la gestión de la gente que desarrolla; no tanto en código, sino en contenido académico.
Esto implicó que mi propósito inicial cambie, mute y evolucione a una forma de pensar y trabajar radicalmente distinta.
Estaba perdiendo motivación, y por lo tanto mantener la proactividad empezaba a ser muy dificultoso.
Cuando ya no te apasiona lo que estás haciendo, es momento de cambiar. Aún si ese cambio implica un sacrificio.
En su momento hablé sobre el dilema de la motivación y quiero rescatar la siguiente parte:
El problema es que se necesita estar motivado para disfrutar de hacer algo. Sino caemos en la rutina y terminamos haciendo cosas en modo piloto. Eso nos lleva poco a poco a un estado de depresión que termina en abandonar trabajos, hobbies o incluso parejas.
Nos venden la idea de que un trabajo no se puede disfrutar, porque es “trabajo”. Y la razón por la que este concepto ha permeado tanto en la sociedad, es porque tiene un punto de verdad. Todo trabajo tiene sus partes emocionantes y otras no tanto. Y como cualquier actividad realizada de una manera prolongada y obligatoria, genera agotamiento.
La rutina no es exactamente un problema: nuestro lado racional es amante de los patrones y procesos. Una serie de pasos bien definidos y precisos ahorra energía a nuestro cerebro.
Pero la rutina también genera agotamiento
Es una gran ironía el hecho de que aquello que nos ayuda a ahorrar energía termina agotándola. En realidad, el problema fundamental es que no somos máquinas. Trabajos con ellas, si, pero no nos parecemos. Una parte de nuestro cerebro es racional, pero la otra, en igual tamaño, es emocional.
La motivación y la proactividad nacen del cerebro emocional. A su vez, la parte racional es la que opera el resto de las actividades. Somos eficientes en la forma de pensar; y a corto plazo esto resulta muy conveniente. Pero a largo plazo nos terminamos, lisa y llanamente, aburriendo.
Entonces entramos en un conflicto emocional: ¿Cómo puede algo que me apasiona transformarse en un incordio?
Mucha gente toma esto como una llamada a la acción (o CTA, call to action) tomando vacaciones, dedicándose al deporte o agregando más actividades sociales. Esto es un remedio, pero no una cura definitiva.
Lo siento querido lector/a, estás tomando unas pastillas para el dolor de cabeza; y son las mismas que vas a tomarte mañana y al día siguiente. De hecho vas a terminar convirtiendo todos esos placeres adicionales en una nueva rutina, lo cual te va a llevar a cambiar actividades o abandonarlas.
Siempre fuimos así, no se trata del siglo XXI
Tenemos más acceso, más opciones y más tendencia al consumo. Pero nos aburrimos fácilmente desde que el hombre descubrió el fuego; y probablemente mucho antes.
Esa insatisfacción probablemente nos haya empujado al progreso, y a la vez a la insatisfacción. Si algo evolucionó a través de las eras, es nuestra velocidad de aburrirnos y pasar a otro asunto.
El problema es que trabajar es obligatorio, incluso si trabajas para vos mismo/a. Entonces no nos damos derecho a tener estas emociones tan “infantiles”.
Es trabajo, nos decimos. Esto no se diseñó para ser disfrutado, sino para cumplir una obligación.
Y quizá esto funcionaba bien en la era industrial: si, esa misma donde Friedrich Nietzsche tenía que argumentar el hecho de que Dios había muerto porque los trabajadores sufrían una depresión de tal magnitud, que esperaban morir para encontrar una mejor vida en el siguiente plano.
Hoy tenemos una vida mejor, pero igual nos sumergimos en la angustia del “esto es trabajo y punto”; castigándonos por pensar en lo infantiles que somos al pensarlo.
A cambiar el enfoque, de una vez, por dios
Me enoja pensar que debemos conformarnos con esto. No podemos pretender disfrutar todo el trabajo que hacemos, pero sí hay que detectar si el porcentaje de lo que nos gusta está bajando de un modo alarmante.
La realidad es que a no todos nos gusta lo mismo, y quizá lo que para vos sea un infierno, para otra persona sea el cielo con ángeles de fondo cantando.
Hay tantas oportunidades por el camino que me resulta difícil pensar el hecho de que no encuentres alguna que sea adecuada para vos.
Y se lo que van a decirme ahora: “Las oportunidades que quiero no llegan, o me rechazan, o simplemente no me ven”. Y puede que tengas razón, pero recuerda que no se trata de quién tiene la culpa, sino de cómo vas a actuar frente al problema que se te presenta.
Si las oportunidades te esquivan como esa chica/o en tus primeros años de secundaria (no me mientas, se que esto ocurrió); tu deber es ir a buscar más oportunidades y reflexionar de qué fue lo que falló.
La vida (y el diseño) esta llena de iteraciones constantes. Se trata de fallar y volver a probar, no hay una fórmula mágica que te lleve a la realización inmediata. Lo fundamental en este ciclo es que en cada intento te lleves una experiencia o un aprendizaje. Te voy a compartir un video que resume un poco todo esto:
Acompañando a este TEDx, es fundamental cambiar el enfoque: no te centres en los objetivos, sino en los pasos que implican llegar a los mismos. A nuestro cerebro se le da fatal trabajar con volúmenes grandes de información, y decirnos todos los días “no me gusta este trabajo, quiero hacer otra cosa”, es algo demasiado grande y ambiguo.
Te propongo hacerte esta serie de preguntas con un propósito de análisis retrospectivo:
- ¿Mi trabajo me gusta realmente, más allá de los problemas que se me presenten día a día?
- ¿Estoy haciendo una diferencia que me gustaría ver, o simplemente entrego tareas a un vacío infinito de clientes?
- Cuando termina el día, ¿me evado con otras cosas para evitar la preocupación del día siguiente?
- Quiero tener una carrera, ¿pero realmente entiendo hacia donde voy y lo que quiero hacer en el futuro?
- Necesito un aumento, ¿pero a costa de hacer algo que no me gusta o porque realmente siento que valgo mucho mas?
Cada pregunta te va a dar una respuesta que te lleve a otras preguntas mejores. Lo importante es hacerte preguntas, cuestionar tu estado de ánimo y evaluar mejores opciones.
No siempre vas a necesitar un cambio de trabajo; a veces se trata solo de perspectiva. Quizá te sientas realizado, pero tuviste algún cruce con un cliente o compañero que te esté generando dudas y debilite tus convicciones iniciales.
Un cambio de enfoque esta más ligado a tus deseos personales; a pensar que dedicas 40 horas semanales a una serie de tareas que quizá no te gusten por las razones incorrectas.
Las vacaciones sirven para relajarte y desconectar de hacer lo que te gusta, pero te justifica una energía que necesitas reponer. No se trata de evadirse durante una semana o dos para volver al mismo estado, deseando que termine el año para volver a disfrutar ese momento de evasión en cuenta regresiva para retornar al infierno de la rutina diaria.
Es difícil, pero necesario
Dame un abrazo. No seas tímido/a. Entré a tu zona de confort y tuve que romperte un par de muebles, te pido que me perdones. En una situación menos abstracta quizá me denuncies o me puedas echar, pero como estamos hablando de tus cerebros racional y emocional, no podes hacer mucho al respecto.
Pero debes creerme cuando te digo que es necesario. Es mejor romper la comodidad de tu vida por un tiempo acotado, que vivir a merced del sufrimiento y el “deber” que supone hacer algo que no te gusta.
No me mires así, prometo comprarte un sillón nuevo si compartís mi artículo y logras que más gente despierte de esta falsa creencia del sufrimiento laboral 🙂
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